En las noches frías de Manizales, hay quienes se atreven a subir al Cerro de Oro con un puñado de dulces y un poco de harina. Lo hacen para invocar a los niños dulces, esas pequeñas almas que ríen, cantan y juegan sobre el techo del carro, dejando sus huellas diminutas sobre la harina antes de llevarse las golosinas.
Esa leyenda lleva décadas transmitiéndose de boca en boca, como tantas otras en el folclore urbano de la ciudad. Pero lo que pocos saben —o quieren reconocer— es que buena parte de la historia que hoy circula en redes sociales, con el nombre de “Elvira” y el orfanato en llamas, nunca formó parte de la leyenda original.
Hace cuatro años, el escritor manizaleño David Kolkrabe publicó el libro El demonio de la perversidad, donde incluyó un cuento titulado Los niños dulce. En él, Kolkrabe tomó la leyenda clásica y la transformó: imaginó un origen para esos niños espectrales, inventó a Elvira, una mujer huérfana y adicta a los dulces que, tras sufrir una humillación, incendió el orfanato donde había crecido, dando así lugar al mito de los niños dulces que vagan en el cerro buscando caramelos.
El cuento, además de dar profundidad y tragedia a la leyenda, cambió incluso uno de sus elementos esenciales: en su versión, lo que se incendia no es un jardín infantil —como señalaba la tradición oral— sino un orfanato. Desde entonces, esa variante se ha instalado en la memoria colectiva de la ciudad y en las publicaciones que circulan en TikTok, Instagram y Facebook.
“Lo curioso es que cuando escribí el cuento, por despiste, lo ubiqué en un orfanato y no en un jardín, como era la versión que conocía”, dice Kolkrabe. Esa pequeña licencia creativa se volvió canónica para muchos.
Sin embargo, desde hace años los reels y videos virales que narran la leyenda con el personaje de Elvira y la historia del orfanato no dan crédito alguno a su autor. Como si la figura de Elvira hubiera estado ahí desde siempre.
Lo cierto es que no. La leyenda de los niños dulces tenía un aire de ritual inocente y escalofriante: subir al cerro con dulces y harina, escuchar las risas y ver las huellas. Pero fue Kolkrabe quien imaginó a Elvira, su hambre, su venganza y la tragedia que dio forma al mito.
Algunos de los videos en los que se aprecia la narración de la leyenda —incluyendo la historia de Elvira— pueden verse en este TikTok de @elboscobosco ( https://acortar.link/4RVnwC ) y en este TikTok de @luzparanormal (https://acortar.link/4SE2x1 ), ambos con miles de visualizaciones.
No se trata solo de una cuestión de egos: reconocer la autoría literaria es también reconocer el valor de quienes nutren las tradiciones culturales con su imaginación y trabajo. En palabras del propio Kolkrabe: “Yo no inventé los niños dulces, claro. Eso ya estaba. Pero sí quise darles una historia, un trasfondo. Es bonito ver cómo la gente se apropió de esa versión, pero también sería justo que supieran de dónde viene”.
Quienes deseen leer el cuento completo, pueden encontrarlo en el sitio web https://acortar.link/rMyPuy
Así que la próxima vez que suba al Cerro de Oro con harina y caramelos, y sienta las risas y los pequeños dedos sobre el techo de su carro, recuerde: esa escena, con toda su tristeza y dulzura, tiene detrás a un escritor que decidió que la leyenda también necesitaba un nombre y una historia.
Y esa historia se llama Elvira.
Instagram del autor: https://www.instagram.com/david_kolkrabe/
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